
Habitar espacios ajenos y apropiármelos se ha vuelto un pasatiempo que disfruto en esta temporada nómada, sobre todo cuando coinciden con mi gusto y vibra personal.
Así es como paso algunas noches de insomnio, mientras hay quienes matan el ocio en Tinder yo swipeo puros Airbnb. Buscar un hogar temporal a veces se vuelve abrumador, sin embargo trato de enfocarme en las tres preguntas básicas: ¿Dónde quiero vivir? ¿Qué experiencia quiero probar? ¿Con quién quiero convivir?
Cada vez que llego a mi nuevo destino y abro la puerta, mi curiosidad se desborda y empiezo a observar a mi alrededor: tipo de muebles, cuadros en las paredes, plantas, imanes en el refrigerador, alimentos en la despensa, libros y artículos sobre el escritorio…hay algo fascinante en poder conocer a las personas a través de todos los detalles de su hogar.
Así es como cualquier elemento se convierte en una pista de la personalidad y forma de vivir de quienes me reciben, aquellas personas de quienes me llevo un pedazo de su historia a cambio de haber ayudado a construir la mía.
Por Claudia Gutiérrez Montaño (Klau gtz)