
La vida es un cúmulo de historias.
Memorias que registramos de acuerdo a nuestra experiencia y conveniencia.
Relatos que adaptamos según el momento y audiencia.
Así revivimos las alegrías más gustosas y tristezas más profundas.
Buscando siempre multiplicar o desvanecer el efecto emocional.
Sobre todo hay historias que repetimos sin cesar ni pensar.
Aquellas novelas tan aclamadas por el público y nuestro corazón.
Donde protagonizamos como actores y nos olvidamos como guionistas.
Y es que la renovación solo se logra cuando nos adueñamos del libreto.
Cuando aprendemos a reescribir, releer, destruir o atesorar cada edición.
Porque al final todos somos las historias que nos contamos.
Pero también somos la última versión que compartimos.
Por Claudia Gutiérrez Montaño (Klau gtz)