
Este fue el atardecer que me recibió en mi primera visita a Puerto Escondido.
Y esta fue la imagen que recordé días después cuando envié la renuncia a mi primer cliente europeo.
Porque preferí perder más de la mitad de mi sueldo para ganar una vida sin estrés ni toxicidad.
Porque opté por disfrutar los lugares y personas de mi próximo destino sin prisas.
Porque quise invertir mi tiempo y enfoque en escribir un capítulo mucho más ambicioso.
Porque es un privilegio poder pausar el piloto automático y la trampa de la productividad.
Así aprendí que el autocuidado empieza al tomar decisiones y no al intentar reparar su daño.
Y que los atardeceres más mágicos te devuelven la perspectiva en el momento más necesario.
Por Claudia Gutiérrez Montaño (Klau gtz)